Biografía Karl Popper
1902 - 1994)
Biografía.
Filósofo austriaco. Estudió filosofía en la Universidad de Viena y ejerció más tarde la docencia en la de Canterbury (1937-1945) y en la London School of Economics de Londres (1949-1969). Aunque próximo a la filosofía neopositivista del Círculo de Viena, llevó a cabo una importante crítica de algunos de sus postulados; así, acusó de excesivamente dogmática la postura de dividir el conocimiento entre proposiciones científicas, que serían las únicas propiamente significativas, y metafísicas, que no serían significativas. Para Popper, bastaría con delimitar rigurosamente el terreno propio de la ciencia, sin que fuera necesario negar la eficacia de otros discursos en ámbitos distintos al de la ciencia.
También dirigió sus críticas hacia el verificacionismo que mantenían los miembros del Círculo, y defendió que la ciencia operaba por falsación, y no por inducción. Ésta es, en rigor, imposible, pues jamás se podrían verificar todos los casos sobre los que regiría la ley científica. La base del control empírico de la ciencia es la posibilidad de falsar las hipótesis, en un proceso abierto que conduciría tendencialmente a la verdad científica.
Popper desarrolló este principio en La lógica de la investigación científica (1934), donde estableció también un criterio para deslindar claramente la ciencia de los demás discursos: para que una hipótesis sea científica es necesario que se desprendan de ella enunciados observables y, por tanto, falsables, de modo que si éstos no se verifican, la hipótesis pueda ser refutada.
Teorías
Las ciencias empíricas son sistemas de teorías; y la lógica del conocimiento científico, por tanto, puede describirse como una teoría de teorías.
Las teorías científicas son enunciados universales; son, como todas las representaciones, sistemas de signos o símbolos. Por ello, no creo que sirve de gran cosa expresar la diferencia entre teorías universales y enunciados singulares diciendo que estosúltimos son “concretos” mientras que las teorías son meramente fórmulas simbólicas o esquemas simbólicos: pues exactamente lo mismo puede decirse hasta de los enunciados más “concretos”.
Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos “el mundo”: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina.
Dar una explicación causal de un acontecimiento quiere decir deducir un enunciado que lo describe a partir de las siguientes premisas deductivas: una o varias leyes universales y ciertos enunciados singulares —las condiciones iniciales—. Por ejemplo, podemos decir que hemos dado una explicación causal de la rotura de un trozo determinado de hilo si hemos averiguado queéste tenía una resistencia a la tracción de 1libra y que se le había aplicado un peso de 2libra s. Cuando analizamos esta aplicación causal encontramos en ella diversas partes constitutivas. Por un lado, tenemos la hipótesis: “Siempre que se cargue un hilo con un peso superior al que caracteriza la resistencia a la tracción del mismo, se romperá”: enunciado cuyo tipo es el de una ley universal de la Naturaleza. Por otra parte, nos encontramos con enunciados singulares (en este caso, dos) que son aplicables al acontecimiento determinado que nos ocupa: “La característica del peso de este hilo es 1libra” y “El peso aplicado a este hilo ha sido de 2libras”.
Henos aquí, pues, con dos clases diferentes de enunciados; pero tanto una como otra son ingredientes necesarios de una explicación causal completa. Las dos clases son: 1) enunciados universales, es decir, hipótesis que tienen el carácter de leyes naturales, y 2) enunciados singulares, que se aplican al acontecimiento concreto de que se trate, y que llamaré “condiciones iniciales”. Deducim os el enunciado singular “Este hilo se romperá” de enunciados universales conjuntamente con condiciones iniciales; y diremos de aquel enunciado que es una predicción determinada o singular.
La lógica de la investigación científica.
Las condiciones iniciales describen lo que se suele llamar la “causa” del acontecimiento en cuestión (así, la “causa” de que se rompiera el hilo fue que se había aplicado una carga de 2libras a un hilo que te¬ nía una resistencia a la tracción de 1libra); y la predicción describe lo que denominamos corrientemente el “efecto”. Pero evitaré ambos términos. Por regla general, en física se restringe el uso de la expresión “explicación causal” al caso especial en que las leyes universales tienen la forma de leyes de “acción por contacto” —o, de uno modo más preciso, a la acción a una distancia que tiende a cero, que se formula por medio de ecuaciones diferenciales. Mas no asumiremos aquí tal restricción; y aún más: no haré ninguna afirmación general sobre la aplicabilidad universal de este método deductivo de explicación teórica: así, pues, no afirmaré ningún “principio de casualidad” (o “principio de causación universal”).
El “principio de causalidad” consiste en la afirmación de que todo acontecimiento, cualquiera que sea, puede explicarse casualmente, o sea, que puede deducirse casualmente. Según el modo en que se in¬terprete la palabra “puede” de esta aserción, el principio será tautológico (analítico) o se tratará de una aserción acerca de la realidad (sintético). Pues si “puede” quiere decir que siempre es posible lógicamente construir una explicación causal, entonces la afirmación hecha arriba es tautológica, ya que para una predicción cualquiera podemos siempre encontrar enunciados universales y condiciones iniciales a partir de los cuales sea deductible. (Cuestión muy distinta es la de si semejantes enunciados universales han sido contrastados y corroborados en otros casos, naturalmente.) Pero si lo que se quiere expresar con “puede” es que el mundo está regido por leyes estrictas, esto es, que está construido de tal modo que todo acontecimiento determinado es un ejemplo de una regularidad universal o ley, no cabe duda de que entonces la aserción a que nos referimos es sintética; y, en este caso, no es falsable. “Por consiguiente, ni adoptaré ni rechazaré el “principio de causalidad”: me contentaré simplemente con excluirlo de la esfera de la ciencia, en concepto de “metafísico.
He de proponer, sin embargo, una regla metodológica que se corresponde tan exactamente con el “principio de casualidad”, queéste podría considerarse como la versión metafísica de la primera. Se trata de la simple regla de que no abandonaremos la búsqueda de leyes universales y de un sistema teórico coherente, ni cesaremos en nuestros intentos de explicar causalmente todo tipo de acontecimientos que podamos describir”; esta regla guía al investigador científico en su tarea. No aceptaremos aquí la opinión de que los últimos descubrimientos de la física exigen que se renuncie a tal regla, o de que la física ha llegado ahora a determinar que no va a ninguna parte el continuar buscando leyes, al menos en cierto campo.
IMRE LAKATOS
(1922 - 1 974)
“Los criterios científicos utópicos, o bien crean exposiciones falsas e hipócritas de la perfección científica o alimentan el punto de vista de que las teorías científicas no son sino meras creencias enraizadas en intereses inconfesables”.
Biografía.
Imre Lakatos nació el 9 de noviembre de 1922 en Hungría. Fue bautizado con el nombre Imre Lipschitz. Debido a su procedencia judía, su vida se vería seriamente afectada por el ascenso de los Nazis al poder durante la Segunda Guerra Mundial. Realizó estudios en matemáticas, física y filosofía en la Universidad de Debrecen y se graduó en 1 944. Cambió su nombre a Imre Molnár con el objetivo de evitar su deportación. Él sobrevivió a la caza humana, pero su madre y abuela no fueron tan afortunadas y murieron en Auschwitz. Cuando la guerra acabó, Imre decidió cambiarse el nombre, otra vez, y escogió un nombre común de la clase obrera húngara: Lakatos.
En 1 947, obtuvo un puesto en el Ministerio de Educación pero no estaba dispuesto a seguir las órdenes de los soviéticos. En 1 950, fue arrestado por problemas políticos y estuvo en prisión por tres años. Al salir de la cárcel trabajó traduciendo libros de matemáticas al húngaro.
En 1 956, al estallar la revolución, huye a Inglaterra. Ingresa en la Universidad de Cambridge con el fin de obtener un doctorado en filosofía. En 1 960, obtuvo un puesto en la Escuela de Economía de Londres y enseñó ahí por catorce años hasta su muerte el 2 de febrero de 1 974.
El Pensamiento de Imre Lakatos.
El matemático y epistemólogo de origen húngaro Imre Lakatos critica el falsacionismo popperiano (que él considera ingenuo), sin embargo su propósito no es atacarlo para anularlo sino que su critica busca despejar sus insuficiencias para profundizar la heurística positiva emanada de aquél, generando así una nueva versión del falsacionismo, que denomina sofisticado. Y, al mismo tiempo en dicha reconstrucción- se hace cargo de las refutaciones historiográficas que Thomas Khun opuso al programa de la epistemología falsacionista.
Lakatos examina las debilidades del falsacionismo contrastando su lógica interna con la posible confirmación empírica que podría apoyarlo; dicho examen lo conduce a formular un meta criterio que guíe la evaluación del falsacionismo, manteniendo, para este propósito, una estricta observancia del criterio popperiano de la demarcación. El meta criterio consiste, entonces, en la auto aplicación cuasi empírica del criterio demarca torio falsacionista, en virtud del cual el racionalismo crítico distinguía la ciencia de la pseudociencia; y éste será cuasi-empírico porque el material observable y las respectivas instancias refutadoras son provistas por la contrastación historiografía en relación al proceder de la comunidad científica respecto de las teorías tipificadas de inconsistentes (se imputa inconsistencia a una teoría cuando entra en contradicción con un enunciado básico y empíricamente crucial, aceptado por la comunidad científica como legitimo falseador de aquella).
Esto significa que los enunciados que operarán como instancias de falsación se refieren a juicios de la comunidad científica, emitidos a modo de evaluaciones referidas a eventos ocurridos en el seno de las teorías declaradas inconsistentes; en tal perspectiva dichos juicios adquieren la categoría de enunciados básicos de segundo orden que técnicamente se catalogan como evaluaciones básicas. Armado del referido metacriterio Lakatos exigirá al falsacionismo que defina sus instancias falseadoras; es decir: demanda que enuncie explícitamente cuales serían las consecuencias empíricas que su teoría sería incapaz de resistir y cuya conjeturable presencia le obligaría a abandonar su criterio de demarcación.
Lakatos reflexiona sobre cuales podrían ser esas instancias que Popper, contraviniendo su metodología, no precisó. Sin embargo, considera un servicio de valor epistemológico dirimir el carácter falseable de la teoría de la ciencia falsacionista, puesto que tal condición es exigida -por el mismo Popper- para sostenerse dentro de la racionalidad científica. Lakatos, intentando razonar como lo haría su maestro y respetando sus premisas, infiere que: “...una teoría de la racionalidad, o criterio de demarcación, ha de ser rechazada si es inconsistente con un “juicio de valor” básico y aceptado por la elite científica. Realmente esta regla metodológica (metafalsacionismo) parece corresponder con la regla metodológica (falsacionismo) de Popper, según la cual una teoría científica ha de ser rechazada si es inconsistente con un enunciado básico (“empírico”) unánimemente aceptado por la comunidad científica. Toda la metodología de Popper reposa sobre la afirmación de que existen enunciados (relativamente) singulares sobre cuyos valores de verdad los científicos pueden alcanzar un acuerdo unánime: sin tal acuerdo se crearía una nueva Babel y el soberbio edificio de la ciencias pronto se convertiría en ruinas”.
Obviamente, al extender el criterio falsacionista a un segundo nivel metafalsacionista (que ahora se requiere para poder someter a falsación al falsacionismo) se necesitan acuerdos de la comunidad científica que van más allá de la elemental legitimación de los enunciados básicos (cuyo referente es empírico) y que confrontarían a las teorías en calidad de potenciales falseadores; ahora, es menester un acuerdo más complejo relacionado con la forma de discernir la legitimidad de las evaluaciones en uso respecto del progreso de la ciencia. En dicha metaevaluación la epistemología se ocupará de someter a escrutinio la racionalidad de los criterios de la demarcación y de progreso científico, para lo cual debe operar en un segundo nivel de contrastación fáctica que –como llevamos dicho- ya no es directamente empírico sino sólo cuasi-empírico, esto es: su base observacional se configura a partir de las evaluaciones de primer grado de la comunidad científica, estimando por tales los acuerdos que ésta ha adoptado frente a las teorías que presentaban anomalías.
De tal modo las instancias de falsación ya no serán los enunciados básicos (propios del primer nivel empírico) sino que ahora son reemplazados por la instancia cuasi empírica de la evaluación básica, según, históricamente, ha sido ejecutada por la comunidad científica. Luego, el metacriterio que postula Lakatos se enunciará así: “...sí un criterio de demarcación es inconsistente con las evaluaciones básicas de la elite científica, debe ser rechazado”.
En consecuencia, la metódica de la metafalsación será historiográfica, porque lo que ahora corresponde hacer es revisar como han funcionado de hecho las evaluaciones de la comunidad científica con relación a las teorías que reunían méritos para ser falseadas y, por tanto, debían ser repudiadas por la comunidad científica; en definitiva, en eso consistirá la prueba básica cuasi-empírica que usará Lakatos en la evaluación metafalsacionista del racionalismo crítico.
Ahora bien, si la evidencia histórica muestra que la manifiesta insuficiencia de una teoría condujo a la comunidad científica a declararla falseada y consiguientemente resultó excluida del corpus del conocimiento científico, entonces –sobre la base de esa evidencia- debe estimarse que el postulado falsacionista de Popper ha sido corroborado. Pero, si resulta que las teorías que reunían méritos para rechazarse continúan vigentes (con el beneplácito de la comunidad científica) y, algunas de ellas con el transcurso del tiempo, han llegado –incluso- a ser valoradas como auténtico progreso; entonces, de acuerdo a la confrontación con la evidencia cuasi-empírica todo indica que debe decretarse la falsación del falsacionismo y, paralelamente, su marginación de la racionalidad científica.
Lakatos sostiene que el resultado del examen historiográfico permite confirmar que muchas evaluaciones efectuadas por la comunidad científica valoraron como importantes progresos del conocimiento y la investigación a programas científicos que presentaban severas anomalías en sus fundamentos. Popper creía, ingenuamente, que los grandes científicos están dispuestos a abandonar sus teorías si estas son refutadas, pero esa creencia se debe a una concepción de la ciencia fundada en un antihistoricismo militante que no corresponde al desarrollo de la ciencia real y le impide –a Popper- aceptar la peculiar racionalidad de muchos de los aspectos más impresionantes del crecimiento de la ciencia: “Popper desea reconstruir como racional (según sus términos) la aceptación provisional de teorías, se ve obligado a ignorar el hecho histórico de que las teorías más importantes nacen refutadas y que algunas leyes son reelaboradas y no rechazadas a pesar de los conocidos contra-ejemplos. Tiende a cerrar los ojos ante todas las anomalías conocidas con anterioridad a aquella que posteriormente es entronizada como experimento crucial”.
A juicio de Lakatos, en toda investigación científica se encuentran anomalías que bajo el prisma falsacionista ingenuo serían consideradas refutaciones incontrarrestables, pero la actitud del científico, normalmente, es pasarlas por alto concentrándose en las posibilidades que le ofrece la heurística positiva de su investigación, confiando en que más adelante, a la luz de nuevos descubrimientos, las incongruencias se aclararan.
Juzgada desde el falsacionismo popperiano esta manera de actuar es una estrategia censurable, pero, no obstante, es la actitud que la mayoría de los científicos adoptan frente a las dificultades que les presenta la investigación y, además, es una practica tácitamente aceptada por la comunidad científica. Así, ha ocurrido que programas de investigación que han llegado a ser exitosos progresaron a través de un océano de anomalías y sobrevivieron recurriendo a hipótesis ad hoc, hasta que –finalmente- lograron encontrarse con la esquiva fertilidad heurística.
Por eso, aceptando la evidencia histórica, tenemos que reconocer: a) en sus evaluaciones la comunidad científica no se ciñe a las instrucciones metodológicas falsacionistas y, en consecuencia, el progreso de la ciencia no es fiduciario de la lógica falsacionista; b) la presencia de anomalías (potenciales instancias refutadoras) no es argumento suficiente para excluir una teoría declarándola pseudo científica; c) la heurística positiva de una teoría puede tardar en tomar fuerza y producir anticipaciones cruciales, d) la corroboración empírica de las anticipaciones teóricas puede demorarse en presentarse y, además, nunca es concluyente.
El epistemólogo ilustra sus afirmaciones con abundantes estudios de casos, además de los ejemplos aportados por Khun y Feyerabend en este mismo sentido, con quienes sostuvo permanente diálogo y debate. A raíz de estas comprobaciones -concluye Lakatos- que es menester construir un modelo de evaluación de la ciencia que sea compatible con la ciencia real, en tanto: ”... los criterios científicos utópicos, o bien crean exposiciones falsas e hipócritas de la perfección científica o alimentan el punto de vista de que las teorías científicas no son sino meras creencias enraizadas en intereses inconfesables”.
A la par, se desprende de esta constatación que debe elaborarse un modelo de ciencia que: a) sea congruente con la practica real de los científicos reales; b) ofrezca una solución -racionalmente coherente- al problema de discernir las cláusulas exigibles a una teoría científica y cuando le es imputable la condición de pseudociencia; c) determinar –al menos aproximadamente- de qué modo se puede establecer, al interior de la ciencia, que una teoría es mejor que otra.
La nueva demarcación.
En su intento de dar respuesta a estas cuestiones Lakatos propuso como unidad de análisis epistemológico el programa de investigación científica que viene a reemplazar a la teoría científica aislada. En sus términos: “...la unidad descriptiva típica de los grandes logros científicos no es una hipótesis aislada sino más bien un programa de investigación”.
Por tal programa entiende una secuencia de teorías que se suceden en el tiempo y se caracterizan por exhibir cierta continuidad de propósitos que relaciona a sus miembros y permite identificarlos como versiones modificadas de un plan inicial común. Dice Lakatos: “...los miembros de tales series de teorías normalmente están relacionados por una notable continuidad que las agrupa en programas de investigación. Esta continuidad (reminiscente de la “ciencia normal” de Khun) juega un papel vital en la historia de la ciencia; (...).”
1.- Núcleo firme y cinturón protector de hipótesis auxiliares.
Dicha continuidad se la otorga, principalmente, el núcleo firme del programa (que es homologable a la noción de paradigma propuesta por Khun) y en torno del cual las versiones ulteriores van construyendo un cinturón de hipótesis auxiliares, de modo que el crecimiento del programa se asemeja a las ondas que se irradian a partir de un centro de emisión cuya expansión podemos imaginárnosla en espiral, recuperándose así la idea de un moderado crecimiento acumulativo de la ciencia, que –al menos- sería discernible al interior de los programas. Tenemos, entonces, que un programa de investigación consta, primariamente, de dos elementos esenciales: el núcleo y el cinturón de protección. En este último se ubican las hipótesis auxiliares que traducen el poder heurístico del programa en predicciones de hechos nuevos; y en función de aquellas anticipaciones se puede verificar el progreso o el estancamiento de un programa de investigación.
Del núcleo firme derivan los dos patrones metodológicos fundamentales de todo programa de investigación que son descritos como heurística negativa y heurística positiva, cuyo papel es el de orientar la configuración conceptual, metodológica y empírica del programa científico, en tanto les corresponde delimitar los contenidos que se someten a prueba y –paralelamente- definen los postulados que se considerarán incuestionables y, ambas, suministran el marco conceptual y generan un lenguaje característico al Programa.
A la heurística negativa le corresponde circunscribir el núcleo del programa declarándolo irrefutable por simple decisión metodológica. En palabras de Lakatos: “La heurística negativa del programa impide que apliquemos el Modus Tollens a este “núcleo firme”. Por el contrario, debemos utilizar nuestra inteligencia para incorporar e incluso inventar hipótesis auxiliares que formen un cinturón protector en torno a ese centro, y contra ellas debemos dirigir el “Modus Tollens”.
A su vez la heurística positiva: a) delimita el cinturón de protección; y, b) proporciona orientaciones acerca de las problemáticas posibles de ser incluidas en futuras investigaciones y, por lo tanto, estimula el desarrollo de ulteriores versiones del programa; Lakatos describe la heurística positiva como: “... un conjunto, parcialmente estructurado, de sugerencias o pistas sobre como cambiar y desarrollar las “versiones refutables” del programa de investigación, sobre como modificarlas y complicar el cinturón protector refutable”.
Tenemos así un componente estático y un componente dinámico; el primero se refiere al núcleo, donde están contenidas: a) la axiomática y el esquema general del programa; b) un conjunto de supuestos que sugieren las problemáticas que se pueden investigar y el modo adecuado de trabajarlas (metodologías posibles y/o admisibles); c) indica la forma de construir los cinturones protectores; d) sobre el núcleo esta prohibida la falsación.
El segundo elemento (en cuanto dinámico) es más flexible y esta conformado por el cinturón de hipótesis auxiliares que pueden ir cambiando o agregándose en el transcurso del desarrollo histórico del programa y respecto del cual se aplica el Modus Tollens. Aquí, los postulados del núcleo se transforman en conjeturas susceptibles de falsación o corroboración y pueden asumir la forma de teorías especificas, modelos o hipótesis observables Este es el ámbito del programa donde se efectúa y desarrolla la investigación.
2.- La metafísica del programa.
Enfrentando los prejuicios positivistas Lakatos sostiene que en el contexto de la ciencia empírica, la metafísica siempre ha ocupado un lugar de relevancia; el epistemólogo asume la expresión metafísica en el sentido técnico precisado por Popper, según el cual una proposición es metafísica si carece de falseadores potenciales. En consecuencia el núcleo del programa, que agrupa el conjunto de sus postulados irrefutables, es de carácter metafísico por decisión metodológica y, en consecuencia, también constituye un vehículo metafísico la heurística negativa que prohibe la falsación de aquél (en cuanto ella tampoco puede ser falseada); pero de aquí se generan perspectivas y enfoques que instituyen marcos de referencia epistemológicos que suscitan tradiciones metodológicas y conjeturas factibles de someterse a prueba, por ejemplo: en las ciencias sociales constituyen tradiciones de este tipo el funcionalismo, el estructuralismo, el marxismo, el interaccionismo simbólico, entre otros.
Lakatos aclara: “Retenemos una teoría sintácticamente metafísica como “centro firme” de un programa de investigación mientras que la heurística positiva asociada produzca un cambio progresivo en el “cinturón protector” de hipótesis auxiliares”. Esto es: en cuanto sus anticipaciones teóricas sean factibles de confirmación en la historia posterior del programa y, a su vez, den lugar a la conformación de nuevas anticipaciones, lo cual implica ampliar e introducir innovaciones en el cinturón protector; siendo éste el mecanismo elemental del crecimiento acumulativo en la ciencia. Comprobamos así que la metafísica del programa es la condición fundante de la racionalidad científica.
Lakatos recomienda que “...es mejor separar el núcleo firme de los principios metafísicos más flexibles, que expresan la heurística positiva.” Al incluir a la heurística positiva dentro de la metafísica del programa, Lakatos la esta distinguiendo –claramente- de las hipótesis auxiliares que por definición son refutables, debemos asumir, entonces, que la heurística positiva es metafísica debido a su dependencia directa del núcleo (aunque su misión es trascenderlo) y que, como tal cumple, ante todo, un papel de inspiración para la generación de hipótesis o conjeturas de carácter empírico. Sin embargo, las hipótesis auxiliares, en el caso de ser refutadas deben ser eliminadas pero ello no implica la inmediata eliminación del programa, como debía ocurrir según el falsacionismo ingenuo; en el enfoque lakatosiano, en cambio, cuando una hipótesis auxiliar es refutada ella es eliminada, pero, no conlleva desechar la heurística que la inspiró, porque ésta no se agota en la formulación de una sola conjetura; en efecto, la heurística positiva puede dar lugar, todavía, a nuevas hipótesis auxiliares más fructíferas. De este modo, el carácter metafísico del programa se encuentra imbricado con el intangible poder heurístico que debe poseer todo programa de investigación científica, siendo descrito éste como: “...un término técnico para caracterizar el poder que tiene un programa de investigación de anticipar en su crecimiento hechos que son teóricamente nuevos”.
El carácter progresivo o regresivo de un programa dependerá, en importante medida (aunque no únicamente) del poder heurístico que contenga. Pero, se debe tener en cuenta que las nuevas hipótesis auxiliares: a) también se originan a raíz de la confrontación de las conjeturas (hipótesis) con anomalías, en relación con las cuales se generan ajustes conceptuales, y b) igualmente se originan en los procesos de discusión y defensa contra las refutaciones que se le formulan por parte de las teorías rivales, produciéndose un movimiento progresivo al suscitar otras conjeturas en calidad de respuesta a esas refutaciones (las cuales son legitimas en la medida que emanan de la lógica interna del programa, en caso contrario son espurias).
Por otra parte, no debemos olvidar que: “...el cinturón protector de hipótesis auxiliares debe recibir los impactos de las contrastaciones y para defender al núcleo firme, será ajustado y reajustado e incluso completamente sustituido”. En síntesis: la identidad de un programa se lo aporta la cualidad metafísica de su núcleo; si ésta es anulada el programa desaparece. En cambio, aún cuando sean refutadas todas las hipótesis auxiliares de una determinada versión histórica del programa, si el núcleo metafísico se sostiene puede generar, en otro momento, un cinturón renovado de hipótesis que, eventualmente, podrían tener éxito.
3.- Programas progresivos y degenerativos.
Las hipótesis auxiliares que surgen en el cinturón protector pueden producir versiones modificadas de la teoría original y estas pueden ser mejores o peores que aquélla. En especial, esto es posible porque en este proceso suelen aparecer, igualmente, las hipótesis ad hoc que implican un severo estancamiento del conocimiento científico. Lakatos advierte: “Se dice que un programa de investigación progresa mientras sucede que su crecimiento teórico se anticipa a su crecimiento empírico; esto es, mientras continúe prediciendo hechos nuevos con algún éxito (cambio progresivo de problemática); un programa esta estancado si su crecimiento teórico se retrasa con respecto al crecimiento empírico; esto es, si sólo ofrece explicaciones post-hoc de descubrimientos casuales o de hechos anticipados y descubiertos en el seno de un programa rival (cambio regresivo de problemática)”.
En otras palabras: podemos decir que un programa de investigación progresa si, al examinar una sucesión histórica de variantes teóricas originadas a partir de un mismo núcleo metafísico original, encontramos que las versiones más recientes dan cuenta de aquello que las teorías antecedentes explicaban y además incorpora anticipaciones de hechos nuevos (constituyéndose esto en progreso teórico) y, luego, si algunos de aquellos hechos predichos por la teoría se encuentran corroborados empíricamente se evidencia un progreso empírico; es decir: la evidencia empírica radica en que -en alguna secuencia temporal posterior- lo pre-anunciado por la teoría se cumple, en el sector de la realidad al cual alude el programa (v.gr. sociedad, economía, fisiología, etc.); y, en ese caso: “...lo único que necesitamos es que, ocasionalmente se aprecie retrospectivamente que el incremento de contenido ha sido corroborado”.
Hay auténtico progreso en un programa si las teorías recientes ostentan –a la vez- excedente teórico y empírico con respecto a sus antecesoras, asentando este criterio Lakatos declara: “...el carácter empírico (o carácter científico) y el progreso teórico están inseparablemente relacionados (...). Aprender acerca de una teoría es fundamentalmente aprender que hechos nuevos anticipó, realmente para la clase de empirismo popperiano que defiendo, la única evidencia relevante es la evidencia anticipada por una teoría”.
Pero, cuando el “descubrimiento” empírico es meramente casual no responde a ningún desarrollo lógico del programa (sorprendiendo, además, a los propios científicos) y al intentar racionalizarlo a posteriori los científicos en cuestión están generando, con esa acción, un procedimiento de justificación ilegitimo y, de hecho, vacuo para el contexto del programa, porque no lo hace crecer (en la medida que no aumenta su contenido fáctico ni teórico).
Esto último hace regresivo o degenerativo a un programa:”...en los programas regresivos las teorías son fabricadas sólo para acomodar los hechos ya conocidos”. Y, en esa medida. el programa no aumenta su caudal empírico y tampoco teórico (en cuanto la teoría así traslapada no anticipa hechos) convirtiéndolo –entonces- en pseudocientífico. Lakatos sentencia: “Aceptamos los cambios de problemática como científicos, sólo si, por lo menos, son teóricamente progresivos; si no lo son, los rechazamos como pseudocientíficos”. Resumiendo: mientras que un programa en progresión anticipa hechos nuevos y produce teorías auxiliares nuevas, los programas regresivos utilizan las hipótesis auxiliares como meras estratagemas lingüísticas en un desesperado intento de postergar su refutación y consecuente marginación, estas estratagemas son caracterizadas como hipótesis ad hoc.
Lakatos precisa su noción de hipótesis ad hoc, distinguiendo tres clases: a) las que no ostentan un exceso de contenido empírico con relación a sus predecesoras (a las cuales llama: ad hoc1); b) las que tienen tal exceso de contenido, pero ninguna parte del mismo esta corroborado (llamadas ad hoc2); c) aquellas que son espurias por no derivar ni formar parte integral de la heurística positiva del programa (designadas como ad hoc3).
Las hipótesis ad hoc 3 son espurias porque no responden al legitimo desarrollo de una genuina historia interna, en tanto no derivan del núcleo del programa; generalmente se trata de hipótesis incorporadas desde otros programas en una difundida práctica de irracional eclecticismo que contradice la lógica del progreso científico e impide una evaluación racional; o bien, las hipótesis ad hoc 3 son meros encubrimientos de algunos resultados aleatorios que no responden a la guía de una heurística positiva y son presentados falazmente como “descubrimientos”; tal situación afecta, particularmente, a las ciencias sociales. Según Lakatos: “Una parte del crecimiento cancerígeno de las “ciencias” sociales contemporáneas consiste en una red de tales hipótesis ad hoc 3”.
Sin embargo hay que tener presente que la degeneratividad de un programa puede ser sólo circunstancial o episódico y, en consecuencia, su carácter regresivo no es -necesariamente- permanente, por lo mismo: “No es deshonesto aferrarse a un programa en regresión e intentar convertirlo en progresivo”.
Se puede revertir la tendencia degenerativa si se introducen cambios en el cinturón de protección, sustituyendo las hipótesis auxiliares improductivas por otras teorías e hipótesis generadoras de predicciones que conduzcan a enriquecer el contenido empírico corroborado: “...cuando un programa entra en una fase regresiva, una pequeña revolución o un cambio creativo de su heurística positiva puede impulsarlo de nuevo hacia delante”, produciéndose un viraje progresivo; porque “...en un programa de investigación podemos vernos frustrados por una larga serie de “refutaciones” antes de que alguna hipótesis auxiliar ingeniosa, afortunada y de superior contenido empírico, convierte a una cadena de derrotas en lo que luego se considerará como una resonante historia de éxitos, bien mediante la revisión de algunos “hechos” falsos o mediante la adición de nuevas hipótesis auxiliares”. Por tal motivo -oponiéndose, una vez más, a los preceptos del falsacionismo ingenuo-, Lakatos sostiene que: aunque exista contraevidencia acumulada no es lícito descartar, definitivamente, a ningún corpus teórico ni tampoco es válido declararlo falso, lo recomendable es archivar el programa hasta nuevo aviso, antes de eliminarlo drásticamente. Nótese que este beneficio es extensible –por lo tanto- a las teorías sospechosas de pseudocientificidad.
Por otra parte, para considerar progresivo a un programa científico no es exigible que solucione, previamente, todas las anomalías que lo aquejan. Siempre es conveniente recordar que toda investigación científica se desarrolla en un océano de anomalías. Lakatos entiende por anomalía la contraevidencia empírica que afronta una hipótesis al ser sometida a prueba y que, en consecuencia, representa una potencial falsación; sin embargo el epistemólogo sostiene que: “Las meras “falsaciones” (esto es, las anomalías) deben ser consignadas, pero no es necesario ocuparse de ellas”.
En breve: el falsacionismo lakatosiano propugna que mientras el poder heurístico del programa proporcione predicciones de nuevos hechos y algunos de aquellos sean susceptibles de corroboración, el científico debe concentrarse en ese aspecto, dejando las anomalías para un examen posterior; esperando que el desarrollo progresivo del programa (teórico y/o empírico) pueda –más adelante- dar cuenta de tales inconsistencias.
Con resonancia khuniana y especificando su propuesta mediante una analogía, Lakatos vincula las anomalías con los puzzles e indica la forma de encararlas: así “...una anomalía de un programa de investigación es un fenómeno que consideramos que debe ser explicado en términos del programa. En términos más generales, podemos hablar siguiendo a Khun de “puzzles”; un “puzzle” de un programa es un problema que consideramos como un desafío para ese programa particular. Un puzzle puede resolverse de tres formas: solucionándolo en el seno del programa original (la anomalía se convierte en un ejemplo); neutralizándolo, esto es, solucionándolo mediante un programa independiente y distinto (la anomalía desaparece), o finalmente, solucionándolo mediante un programa rival (la anomalía se convierte en un contraejemplo)”.
Sin embargo, es conveniente tener presente lo afirmado por Lakatos respecto de los programas jóvenes, en el sentido que pueden transcurrir décadas antes de que despeguen del suelo y se hagan empíricamente progresivos, en especial cuando deben competir con otros que gozan de mayor credibilidad y exhiben una larga tradición, haciéndosele exigible en esa eventualidad –a los programas jóvenes- la prueba de una anticipación crucial para superar su postergación y situarse a la par de los programas que ostentan tradición y prestigio, lo cuál es muy difícil de lograr. Además: “Hasta ahora hemos supuesto que resulta muy fácil discernir si una nueva teoría predice un hecho nuevo o no. Pero frecuentemente la novedad de una proposición fáctica sólo puede apreciarse cuando ha transcurrido un largo espacio de tiempo”.(Es decir, se requiere una perspectiva histórica para comprobar la corroboración o falsación de una anticipación importante y, por eso, es complicado evaluar–con actitud corto-placista- como regresivo o estancado a un programa que todavía está en una etapa de despegue inicial.
4.- La evaluación de los programas de investigación.
En la evaluación de los programas hay dos momentos principales, el primero consiste en la evaluación de la historia interna de un programa que incluye: a) una reconstrucción racional de aquél indagando en sus fases, variaciones y logros; b) exige –al mismo programa- una revisión de sus teorías más recientes que debe contrastar con sus predecesoras, para determinar si las últimas contienen exceso de contenido, esto es: si acaso predicen hechos nuevos; si esto puede demostrarse, entonces, se determina que el programa es progresivo; pero hay, también, un segundo momento evaluativo que supone la confrontación de dichas teorías con sus competidoras históricas externas al programa, de ese modo la dialéctica de los programas de investigación no queda limitada a una serie alternante de conjeturas especulativas y refutaciones empíricas, sino que, además, se amplía a una estructura de relaciones múltiples, confrontando teorías rivales y comparando el relativo crecimiento empírico, de cada una de ellas.
En consecuencia, la historia interna de la ciencia, observada en su conjunto “ha sido y debe ser una historia de programas de investigación que compiten (o si se prefiere de paradigmas) pero no ha sido ni debe convertirse en una sucesión de períodos de ciencia normal; cuanto antes comience la competencia tanto mejor para el progreso”.
De tal modo la falsación adquiere un carácter histórico y los programas son susceptibles de evaluación incluso después de haber sido archivados, por cuanto –retrospectivamente- se puede juzgar el poder heurístico que tuvieron, para ello es necesario responderse preguntas del siguiente tenor ¿Cuántos hechos produjeron? o ¿Cuán grande era su capacidad para explicar sus propias refutaciones en el curso de su crecimiento? Y otras parecidas.
En congruencia con lo anterior, los programas de investigación son concebidos como sistemas de enunciados que se verifican en torno de problemáticas especificas que son susceptibles de corroboración, de acuerdo a percepciones de la realidad comunes a toda la comunidad científica (pero que -sin duda- no son las formas khunianas de un percibir autárquico y autoexcluyente): “Nunca se debe permitir que un programa de investigación se convierta en una Weltanschaaung, en un canon del rigor científico, que se erige en arbitro entre la explicación y la no-explicación, del mismo modo que el rigor matemático se erige como arbitro entre la prueba y la no-prueba”.
La cita precedente, obviamente, es una advertencia contra Khun y su metodología de la inconmensurabilidad paradigmática pero también se puede considerar ilustrativo de la heurística lakatosiana y entenderse como un argumento contra el monismo metodológico de sesgo cuantitativo-positivista. De hecho, el núcleo firme de su propuesta plantea que carece de sentido y de realismo epistemológico insistir en la obsecuencia a un canon estricto y uniforme de método científico, que supuestamente debería ser común y obligatorio para todos los programas de investigación, tal como lo sostenía la epistemología tradicional de corte positivista (al calificar cualquier criterio normativo en la obligatoriedad de asunción de un método -ya predeterminado- que estimaba la única vía válida para aportar soluciones); en la propuesta de Lakatos, en cambio: ”El término “normativo” ya no significa reglas para obtener soluciones, sino simplemente instrucciones para evaluar las soluciones existentes”.
En cada programa hay criterios y técnicas de investigación que son coherentes con su núcleo metafísico, en tanto aquél inspira una peculiar heurística positiva de la que se desprende su especifica lógica del descubrimiento y justificación científica; pero no existe un manual de procedimientos que ostente indubitabilidad y universalidad tal, que lo haga merecedor de ser impuesto con carácter de necesario y exclusivo. Despejando mitos el epistemólogo insiste en que “...cada reconstrucción racional produce un patrón característico del crecimiento racional del conocimiento científico”.
La reconstrucción racional.
Imre Lakatos entiende por reconstrucción racional un análisis de la historia del programa (prioritariamente interna) a partir del cual se pretende reorganizar y categorizar la secuencia de problemáticas y sus soluciones teóricas (su poder heurístico), en correlación a la corroboración empírica que estas soluciones han conseguido en el devenir de la investigación, que se ha ejecutado a través del tiempo, siguiendo un cierto plan original qué le da coherencia; de modo que se puede determinar el crecimiento o degeneración del programa comparando las distintas versiones; en referencia, básicamente, a su probable exceso teórico y empírico. Por lo tanto la reconstrucción racional es, al mismo tiempo, un diagnóstico histórico y un acto de teorización.
Para efectuar una reconstrucción racional es necesario considerar también la historia externa del programa, sin embargo la historia interna tiene primacía. La historia interna reconstruye el desenvolvimiento del programa, en el transcurso del tiempo: a) detectando la serie de teorías e hipótesis auxiliares que se han desprendido del núcleo metafísico primigenio; b) siguiendo con atención sus correspondientes variaciones y transformaciones de problemáticas; c) escrutando las corroboraciones empíricas que las avalan. En resumen: la reconstrucción de la historia interna busca precisar las vicisitudes de los cambios progresivos y degenerativos que lo han afectado para obtener así una explicación racional del crecimiento del conocimiento científico. Esta reconstrucción racional debe ser complementada con una historia externa y, luego, contrastar ambas con la historia real.
La historia externa es un suplemento de la reconstrucción racional que ayuda a fijar y explicitar aquellos elementos no racionales (sociales, políticos, económicos, psicológicos) que no están incorporados en la historia interna pero aportan una localización del contexto; en palabras de Lakatos: “La historia externa o bien suministra explicaciones no racionales del ritmo, localización, selectividad, etc. de los acontecimientos históricos interpretados en términos de la historia interna, o bien suministra (cuando la historia difiere de la reconstrucción racional) una explicación empírica de tal divergencia. Pero el aspecto racional del crecimiento científico queda enteramente explicado por la lógica de la investigación científica de cada uno.”
Podemos apreciar que la reconstrucción racional de un programa esta dado en dos ámbitos: su historia interna y su historia externa, en tanto que la historia real es la base empírica de confrontación. La historia externa es, sin embargo, funcional a la lógica del programa y ello la diferencia de la historia real; la historia externa tendrá por objetivo justificar algunas descoordinaciones de la historia interna con respecto a la historia real explicando el desfase en razón de circunstancias políticas, ideológicas, económicas etc.
Un ejemplo del rol de la historia externa en la reconstrucción racional de un programa lo constituyen las diversas explicaciones acerca de los problemas que Galileo tuvo con la Iglesia y las condiciones de aceptabilidad –en un especifico ambiente sociocultural- de los nuevos instrumentos técnico-artesanales de medida y observación, en cuanto argumentos válidos o inválidos en el ámbito de la discusión científica, según era concebida ésta en la época de Galileo (el telescopio, por ejemplo, era considerado –en cuanto artesanal- un argumento extracientífico por el colegio cardenalicio). No obstante, Lakatos deja abierto un tema polémico que él mismo no resuelve, relativo a las condiciones de posibilidad que permitirían disponer de una imparcial historia real, ajena a cualesquiera reconstrucción racional, que sirva de piedra de toque para todas las reconstrucciones posibles.
Corroboración y verosimilitud.
Un punto de suma importancia en la evaluación de los programas de investigación es el papel de la corroboración que, en el falsacionismo sofisticado de Lakatos, tiene una acepción diferente al que originalmente tuvo en el falsacionismo de Popper. En principio, una corroboración sólo indica que una hipótesis ha pasado la prueba de la falsación pero no autoriza a adscribirle el carácter de confirmación o verificación; en ese respecto la corroboración significa por ausencia, esto es: certifica que -por el momento- una hipótesis ostenta ausencia de falsación.
Sin embargo, Lakatos sostiene una controvertida concepción que tiene el propósito de restituir una significación inductivista a la corroboración, en tal perspectiva: “...son los casos corroboradores (bastante escasos) del exceso de información los que resultan cruciales y reciben toda la atención. Ya no estamos interesados en los miles de casos triviales de verificación ni en los cientos de anomalías claramente disponibles: lo decisivo son los pocos y cruciales casos de verificación del exceso”.
Mientras que, en la epistemología de Popper, las anomalías eran el punto de interés y sobre ellas se practicaban los experimentos cruciales (que buscaban falsear la teoría); lo que ahora se considera crucial -en el nuevo modelo falsacionista- es la capacidad para predecir hechos nuevos e inesperados. Entonces, aunque Lakatos sigue llamándose falsacionista la falsación es aceptada sólo por el peso lógico que la respalda pero no es la característica más relevante de su programa, en tanto –a su juicio- no constituye el motor del progreso científico. A su entender lo que –en la ciencia real- mantiene en marcha a los programas es una suerte de inducción débil radicada en las anticipaciones; ahora bien, para sostener racionalmente dicha postura: “Es necesario postular algún principio inductivo extrametodológico para poner en relación (aunque sólo sea de forma tenue) el juego científico de aceptaciones y rechazos pragmáticos con la verosimilitud”.
Esta interpretación inductivista de la corroboración –dice Lakatos- habría sido asumida, en algún momento, por el mismo Popper como una solución plausible para fundamentar un indicio de la verosimilitud de las teorías, constituyéndose desde entonces, según la interpretación lakatosiana, en una restitución moderada del razonamiento inductivo. Reparemos, no obstante, que dicha lakatosiana restitución de un inductivismo-débil involucra introducir un ingrediente extrametodológico, o sea, extraño al ámbito de la historia interna del programa evaluativo falsacionista y, por ende, su aceptación implica incorporar un elemento irracional en el eminentemente racional proceso generador del conocimiento científico.
Empero, Lakatos refuerza su posición citando un addenum incluido en la tercera edición de la “Logik der Forschung” (“Lógica de la investigación científica”, 1969) donde Popper comenta este problema, allí dice el maestro: “El problema lógico-metodológico de la inducción no es irrevocable, pero en mi libro ha sido solucionado de modo negativo: a) solución negativa. No podemos justificar nuestras teorías como verdaderas o probables. Esta solución es compatible con la siguiente: b) solución positiva. Podemos justificar la elección de ciertas teorías en razón de su corroboración, esto es, teniendo en cuenta el estado actual de la discusión racional sobre las teorías rivales desde el punto de vista de su verosimilitud”.
Esta declaración alegra a Lakatos pero no lo satisface porque, a su juicio, Popper no extrae las consecuencias de fondo que están implicadas en su aceptación, en particular: que la solución positiva supone asumir la validez de un principio inductivo sintético implícito -pero vigente- en la corroboración. Popper –al contrario- sigue sosteniendo la idea de una corroboración puramente analítica, con lo cual su postura se vuelve inconsistente. De acuerdo a la disquisición de Lakatos: si bien no se puede probar la verdad de las teorías, la corroboración interpretada inductivamente (en el sentido de exceso de corroboración), al menos puede aportar un indicio de verosimilitud.
El término verosimilitud es el sucedáneo del antiguo y complejo ideal, perseguido históricamente por la ciencia, expresado en la aspiración a una aproximación progresiva a la verdad; Popper usó la expresión verosimilitud en un sentido técnico, concibiéndola como una ecuación referida al contenido de verdad menos el contenido de falsedad de una teoría. Esta proposición involucra, sin embargo, cuestiones metafísica que escapan al ámbito de competencia de la ciencia tales como la suposición que la verdad admite grados y, paralelamente, una ontologización de la misma (si el científico se puede acercar a la verdad ello supone la creencia en una verdad-reificada que se encuentra espacialmente situada).
No obstante, a pesar de sus muchas dificultades, Lakatos opina que el postulado de una ciencia verosímil sustentada en la inducción débil es una idea prometedora por cuanto rescata la posibilidad de concebir un moderado crecimiento acumulativo y, así se puede justificar la noción de progreso del conocimiento científico. Sin pretender zanjar el punto, reflexiona y sugiere: “Verosimilitud tiene dos significados distintos que no deben ser confundidos. En primer lugar puede utilizarse significando plausibilidad intuitiva de la teoría; en este sentido, y según mi punto de vista, todas las teorías científicas creadas por la mente humana son igualmente inverosímiles y misteriosas. En segundo lugar puede utilizarse en el sentido de una medida cuasi-teórica de la diferencia entre las consecuencias verdaderas y falsas de una teoría que nunca puede ser conocida pero que ciertamente podemos conjeturar”. En síntesis, la verosimilitud (y la corroboración como inducción débil) formarán parte del núcleo firme de la propuesta lakatosiana y quedan incluidas en la metafísica de la metodología de los programas de investigación científica.
Para concluir, diremos que el concepto lakatosiano de progreso de la ciencia nos parece interesante porque revela un esfuerzo de síntesis y decantación de la discusión epistemológica que se ha desarrollado en los últimos decenios entre las corrientes logicistas e historicistas. Observamos los siguientes aspectos: a) resumiendo todas las criticas históricas respecto del positivismo nos advierte contra su versión hipócrita de la perfección científica; b) ejecuta una particular “triangulación” donde los vértices son Popper, Khun y Feyerabend; i) así, al tiempo que rechaza la inconmensurabilidad de raigambre khuniana (irónicamente caracterizada como weltanschaaung) adapta, sin embargo, su noción de paradigma a la idea de un núcleo firme de un programa de investigación y, aunque reduce su importancia, asume la injerencia del contexto social y cultural en el desarrollo de la ciencia, llamándola historia externa. Por otra parte la influencia del enfoque khuniano se percibe también en la caracterización de la lógica interna de la ciencia como historia interna de un programa; ii) adopta la tesis de Feyerabend (generada en la discusión con Lakatos) relativa a la proliferación de teorías sometidas a mutua e implacable falsación; mantiene la confianza popperiana en la posibilidad de dialogo racional entre los distintos programas de investigación sustentado en ciertas reglas generales de lógica formal y en los acuerdos metodológicos (en sentido amplio) de la comunidad científica; c) finalmente, sus criterios epistemológicos son susceptibles de operacionalizar y admiten la construcción de instrumentos que permitirían evaluar el desarrollo de cuerpos teóricos en ciencias sociales, siempre que previamente se acepten sus supuestos y sus argumentos.
THOMAS SAMUEL KUHN
(1922-1996)
Biografía
Thomas Samuel Kuhn nació en Cincinnati, Ohio, el 18 de julio de 1922. Estudió Físicas en la Universidad de Harvard, por la que se doctoró en dicha especialidad en 1949. A partir de entonces su interés se orientó hacia el estudio de la Historia de la Ciencia, al que se dedicó por completo. Permaneció en Harvard como profesor ayudante de Historia de la Ciencia hasta 1956, en que aceptó una oferta de la Universidad de Berkeley, donde ocupará la Cátedra de Historia de la Ciencia a partir de 1961. En 1964 pasará a desempeñar ese mismo puesto en la Universidad de Princenton hasta 1979, año en que se instalará en Boston, ocupando la Cátedra de Filosofía e Historia de la Ciencia del Massachusetts Institute of Technology. Falleció el 17 de junio de 1996 en su casa de Cambridge, Massachusetts.
El pensamiento de Kuhn
1. El filósofo Thomas Kuhn se ocupó principalmente de cuestiones acerca de filosofía de la ciencia: ¿cómo se lleva a cabo la actividad científica? ¿Existe un mismo patrón en dicha actividad que se pueda aplicar a lo largo de las distintas épocas históricas? ¿A qué se debe el aparente éxito en la obtención de conocimientos de la ciencia? Dicho conocimiento, por otra parte, ¿es acumulativo a lo largo de la historia?
2. Este tipo de cuestiones, así como las respuestas que Kuhn ofrecerá, nos muestran el enfoque histórico con el que se analiza la ciencia. Efectivamente, Kuhn se dedicó en un primer momento al estudio de la historia de la ciencia y fue a partir de ella de donde surgieron diversas cuestiones que muestran un contraste entre dos concepciones de la ciencia. Por un lado, la ciencia entendida como una actividad completamente racional y controlada (como nos la presenta el Círculo de Viena, por ejemplo), y por otro lado, la ciencia entendida como una actividad concreta que se ha venido dando a lo largo de los siglos y que en cada época histórica presenta peculiaridades y características propias. Estos dos planteamientos pueden ser denominados "formalista" e "historicista", respectivamente.
3. Las respuestas que Kuhn da a las cuestiones iniciales, que se plasman en la obra "La estructura de las revoluciones científicas", de 1962, supusieron un gran cambio en el debate filosófico del momento, pues el modelo formalista que imperaba fue desafiado por el enfoque historicista de Kuhn, según el cual, la ciencia se desarrolla siguiendo determinadas fases:
• 1. Establecimiento de un paradigma
• 2. Ciencia normal
• 3. Crisis
• 4. Revolución científica
• 5. Establecimiento de un nuevo paradigma
4. En esta concepción la noción de "paradigma" resulta fundamental. Kuhn define paradigma de la siguiente manera:
"Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica"
5. Los paradigmas son, por tanto, un marco o perspectiva bajo la cual se analizan los problemas y se trata de resolverlos. Por ejemplo, el movimiento aparentemente irregular de los planetas en el cielo es un problema concreto. Podemos verlo a la luz del paradigma que ofrece la teoría geocéntrica de Aristóteles, según el cual el movimiento de los planetas es absolutamente circular. En éste caso, por lo tanto, la labor del científico será mostrar que la irregularidad de los planetas no es tal y aclarar a qué se debe dicha apariencia. Pero podríamos verlo también partiendo del paradigma de la teoría heliocéntrica. En este último caso podríamos llegar a aceptar la no-circularidad del movimiento real de los planetas, pero sea cual sea la explicación ofrecida, debe aplicarse por igual al resto de los cuerpos celestes. Los paradigmas son, por lo tanto, macroteorías que se aceptan de forma general por toda la comunidad científica y a partir de las cuales se realiza la investigación. El objetivo de la misma es aclarar los posibles fallos del paradigma (como por ejemplo datos empíricos que no coincidan exactamente con la teoría) o extraer todas sus consecuencias. A este proceso de investigación basado en un paradigma se le denomina "ciencia normal". En palabras de Kuhn:
"ciencia normal" significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior"
6. Esta fase del desarrollo de la ciencia ocupa la mayor parte del tiempo de los científicos, porque aunque los nombres que nos han llegado hasta nosotros han sido los de científicos revolucionarios que han roto con las concepciones de su tiempo (como Galileo o Einstein), la mayor parte de científicos realizan trabajos rutinarios de comprobación para mostrar o poner a prueba la solidez del paradigma en el que se basan.
7. En ocasiones, no obstante, un paradigma no es capaz de resolver todos los problemas, y estos persisten a lo largo de los años o de los siglos, tal vez acumulándose junto con otros. En ese caso el paradigma en conjunto comienza a ponerse en cuestión y los científicos comienzan a considerar si supone el marco más adecuado o la forma más correcta de abordar los problemas o si debe ser abandonado. La crisis supone la proliferación de nuevos paradigmas, en un principio tentativos y provisionales, con vistas a resolver la o las cuestiones más problemáticas. Estos nuevos paradigmas compiten entre sí y cada uno trata de imponerse como el enfoque más adecuado.
8. Finalmente se produce una revolución científica cuando uno de los nuevos paradigmas sustituye al paradigma tradicional (como sucedió con la visión del mundo copernicana, que derrocó a la concepción aristotélica o con la teoría de la relatividad de Albert Einstein, que sustituyó a la visión newtoniana de la realidad como la forma más apropiada forma aproximarse al mundo):
"Las revoluciones científicas se consideran aquí como aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible."
Tras la revolución el ciclo comienza de nuevo y el paradigma que ha sido instaurado da pie a un nuevo proceso de ciencia formal.
9. Como se puede ver, el enfoque historicista da más importancia a factores subjetivos en el proceso de investigación científica que anteriormente habían sido pasados por alto. Kuhn muestra que la ciencia no es solamente un contraste y neutral entre las teorías y la realidad, sino que hay diálogo, debate, y también tensiones y luchas entre los defensores de los distintos paradigmas. Los científicos no son seres absolutamente racionales. Cuando los experimentos parecen mostrar que una teoría determinada es falsa, algunos científicos continúan usándola. Si hay una posible aplicación práctica de la teoría o existen intereses de algún tipo, esto influye en la actividad científica, así como la existencia de colectividades o grupos sociales a favor o en contra de una teoría concreta, o la existencia de problemas éticos. Todos ellos son casos en los que la actividad científica se ve influenciada por el "mundo exterior". En definitiva, allí donde los formalistas afirmaban que lo importante de la ciencia son las teorías y la comparación objetiva entre las teorías existentes, los historicistas conceden más importancia al sujeto que lleva a cabo la investigación así como a la sociedad en la que está inmerso. Otro argumento adicional en contra de la concepción de la ciencia como un proceso perfectamente racional en el que sólo tienen importancia la fuerza de los argumentos es el hecho de que desde un paradigma resulta difícil (algunos afirman que imposible) entender el punto de vista alternativo, ya que siempre se parte de un paradigma determinado. No existe forma de alejarse de todos los paradigmas y compararlos de forma objetiva, sino que siempre estamos inmersos en uno de ellos y conforme al mismo interpretamos el mundo que nos rodea. El debate que se establece, por lo tanto, entre defensores de distintos paradigmas puede resultar a menudo estéril, hasta el punto, llega a decir Kuhn, de que un paradigma triunfa no porque consiga convencer a sus oponentes, sino porque los representantes del paradigma más antiguo van falleciendo.
10. Considerados estos factores, ¿cómo hemos de entender el progreso en la ciencia? La respuesta de Kuh es que el progreso, estrictamente hablando, sólo se produce en las fases de ciencia normal, pero no se puede hablar de un progreso continuado desde la época de los griegos hasta la actualidad, porque las revoluciones científicas no son sino rupturas de esa continuidad. Cada revolución marca, en cierto sentido, un nuevo comienzo.
Esta perspectiva dará pie posteriormente a un relativismo radical según el cual no habría forma de saber cuál, entre dos teorías, es verdadera puesto que la verdad depende del paradigma desde el que se analizan los problemas (Feyerabend es un filósofo relativista que ejemplifica esta postura). El propio Kuhn, sin embargo, se desmarcará de una interpretación de su propia teoría en ese sentido.
Textos pertenecientes a "La estructura de las revoluciones científicas":
1. "La observación y la experiencia pueden y deben limitar drásticamente la gama de las creencias científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia. Pero, por sí solas, no pueden determinar un cuerpo particular de tales creencias. Un elemento aparentemente arbitrario, compuesto de incidentes personales e históricos, es siempre uno de los ingredientes de formación de las creencias sostenidas por una comunidad científica dada en un momento determinado."
2. "El estudio de los paradigmas es lo que prepara principalmente al estudiante para entrar a formar parte como miembro de la comunidad científica particular con la que trabajará más tarde."
3. "A falta de un paradigma o de algún candidato a paradigma, todos los hechos que pudieran ser pertinentes para el desarrollo de una ciencia dada tienen probabilidades de parecer igualmente importantes. Como resultado de ello, la primera reunión de hechos es una actividad mucho más fortuita que la que resulta familiar, después del desarrollo científico subsiguiente."
4. "No puede interpretarse ninguna historia natural sin, al menos, cierto caudal implícito de creencias metológicas y teóricas entrelazadas, que permite la selección, la evaluación y la crítica. Si este caudal de creencias no se encuentra ya implícito en la colección de hechos -en cuyo caso tendremos a mano algo más que hechos simples- deberá ser proporcionado del exterior, quizá por una metafísica corriente, por otra ciencia o por incidentes personales o históricos. Por consiguiente, no es extraño que, en las primeras etapas del desarrollo de cualquier ciencia, diferentes hombres, ante la misma gama de fenómenos -pero, habitualmente, no los mismos fenómenos particulares- los describan y los interpreten de modos diferentes. Lo que es sorprendente, y quizá también único en este grado en los campos que llamamos ciencia, es que esas divergencias iniciales puedan llegar a desaparecer en gran parte alguna vez."
5. "Para ser aceptada como paradigma, una teoría debe parecer mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar y, en efecto, nunca lo hace, todos los hechos que se puedan confrontar con ella."
6. "El surgimiento de un paradigma afecta a la estructura del grupo que practica en ese campo. En el desarrollo de una ciencia natural, cuando un individuo o un grupo produce, por primera vez, una síntesis capaz de atraer a la mayoría de los profesionales de la generación siguiente, las escuelas más antiguas desaparecen gradualmente. Su desaparición se debe, en parte, a la conversión de sus miembros al nuevo paradigma. Pero hay siempre hombres que se aferran a alguna de las viejas opiniones y, simplemente, se les excluye de la profesión que, a partir de entonces, pasa por alto sus trabajos. El nuevo paradigma implica una definición nueva y más rígida del campo."
7. "Cuando un científico individual puede dar por sentado un paradigma, no necesita ya, en sus trabajos principales, tratar de reconstruir completamente su campo, desde sus principios, y justificar el uso de cada concepto presentado."
8. "El éxito de un paradigma es al principio, en gran parte, una promesa de éxito discernible en ejemplos seleccionados y todavía incompletos. La ciencia normal consiste en la realización de esa promesa, una realización lograda mediante la ampliación del conocimiento de aquellos hechos que el paradigma muestra como particularmente reveladores, aumentando la extensión del aclopamiento entre esos hechos y las predicciones del paradigma y por medio de la articulación ulterior del paradigma mismo."
9. "Ninguna parte del objetivo de la ciencia normal está encaminada a provocar nuevos tipos de fenómenos; en realidad, a los fenómenos que no encajarían dentro de los límites mencionados frecuentemente ni siquiera se los ve. Tampoco tienden normalmente los científicos a descubrir nuevas teorías y a menudo se muestran intolerantes con las formuladas por otros.
Es posible que sean defectos. Por supuesto, las zonas investigadas por la ciencia normal son minúsculas; la empresa que está siendo discutida ha restringido drásticamente la visión. Pero esas restricciones, nacidas de la confianza en un paradigma, resultan esenciales para el desarrollo de una ciencia. Al enfocar la atención sobre un cuadro pequeño de problemas relativamente esotéricos, el paradigma obliga a los científicos a investigar alguna parte de la naturaleza de una manera tan detallada y profunda que sería inimaginable en otras condiciones."
10. "Creo que hay sólo tres focos normales para la investigación científica fáctica y no son siempre ni permanentemente, distintos. Primeramente encontramos la clase de hechos que el paradigma ha mostrado que son particularmente reveladores de la naturaleza de las cosas. (...)
Los esfuerzos por aumentar la exactitud y el alcance con que se conocen hechos como ésos, ocupan una fracción importante de la literatura de la ciencia de observación y experimentación.
10.1 Desde Tycho Brahe hasta E. O. Lawrence, algunos científicos han adquirido grandes reputaciones, no por la novedad de sus descubrimientos, sino por la precisión, la seguridad y el alcance de los métodos que desarrollaron para la redeterminación de algún tipo de hecho previamente conocido.
Una segunda clase habitual, aunque menor, de determinaciones fácticas se dirige hacia los hechos que pueden compararse directamente con predicciones de la teoría del paradigma. (...).
10.2 Una tercera clase de experimentos y observaciones agota la terea de reunión de hechos de la ciencia normal. Consiste en el trabajo empírico emprendido para articular la teoría del paradigma, resolviendo algunas de sus ambigüedades y premitiendo resolver problemas hacia los que anteriormente sólo se había llamado la atención. (...)
Estas tres clases de problemas: la determinación del hecho significativo, el acoplamiento de los hechos con la teoría y la articulación de la teoría, agotan, creo yo, la literatura de la ciencia normal, tanto empírica como teórica."
11. "El surgimiento de nuevas teorías es precedido generalmente por un periodo de inseguridad profesional profunda. Como podría esperarse, esta inseguridad e generada por el fracaso persistente de los enigmas de la ciencia normal para dar los resultados apetecidos. El fracaso de las reglas existentes es el que sirve de preludio a la búsqueda de otras nuevas."
12. "Supongamos entonces que las crisis son una condición previa y necesaria para el nacimiento de nuevas teorías y preguntemonos después cómo responden los científicos a su existecia.
Aun cuando pueden comenzar a perder su fe y, a continuación a tomar en consideración otras alternativas, no renuncian al paradigma que los ha conducido a la crisis."
13. "La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir una nueva tradición de ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo paradigma. Es más bien una reconstrucción del campo, a partir de nuevos fuendamentos, reconstrucción que cambia alguna de las generalizaciones teóricas más elementales del campo, así como también muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma.
Cuando la transición es completa, la profesión habrá modificado su visión del campo, sus métodos y sus metas."
14. "Casi siempre, los hombres que realizan esos inventos fundamentales de un nuevo paradigma han sido muy jóvenes o muy noveles en el campo cuyo paradigma cambian.
Se trata de hombres que, al no estar comprometidos con las reglas tradicionales de la ciencia normal debido a que tienen poca práctica anterior, tienen muchas probabilidades de ver que esas reglas no definen ya un juego que pueda continuar adelante y de concebir otro conjunto que pueda reemplazarlas.
La transición consiguiente a un nuevo paradigma es la revolución científica."
15. "No hay ninguna norma más elevada que la aceptación de la comunidad pertinente. Para descubrir cómo se llevan a cabo las revoluciones científicas, tendremos, por consiguiente, que examinar no sólo el efecto de la naturaleza y la lógica, sino también las técnicas de argumentación persuasiva, efectivas dentro de los grupos muy especiales que constituyen la comunidad de científicos.
Para descubrir por qué la cuestión de la elección de paradigma no puede resolverse nunca de manera inequívoca sólo mediante la lógica y la experimentación, debemos examinar brevemente la naturaleza de las diferencias que separan a los partidarios de un paradigma tradicional de sus sucesores revolucionarios."
16. "La tradición científica normal que surge de una revolución científica es no sólo incompatible sino también a menudo incomparable con la que existía con anterioridad."
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